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Agramonte, antes que los Castro y Obama

03/05/2016 / Cubalex, Opinión

Agramonte“Frecuentemente se confunde la unidad con la centralización; pero la unidad es: la uniformidad de intereses, de ideas y sentimientos entre los miembros del Estado, y la centralización: la acumulación de las atribuciones del poder ejecutivo de un gobierno central…La centralización hace desaparecer ese individualismo, cuya conservación hemos sostenido como necesaria a la sociedad. De allí al comunismo no hay más que un paso; se comienza por declarar impotente al individuo y se concluye por justificar la intervención de la sociedad en su acción destruyendo su libertad, sujetando a reglamento sus deseos, sus pensamientos, sus más íntimas afecciones, sus necesidades, sus acciones todas”: Ignacio Agramonte

Por Lic. Edilio Hernández Herrera

La Habana, Cuba, 3 de Mayo de 2016.- Estas contundentes palabras, se pudieran atribuir fácilmente a un disidente, un opositor, un capitalista, un liberal, o a un revolucionario de estos tiempos, según el prisma con que se aprecie. Pero no, amigo lector, son palabras como profecías de la Cuba de hoy, pronunciadas por nuestro Ignacio Agramonte en el acto de recibir la investidura del grado de Licenciado en Derecho Civil y Canónico, ante el Claustro de la Real Universidad de La Habana, el 8 de junio de 1866.

Esta magistral disertación, en tan lejana fecha ha quedado para la posteridad como una de las más brillantes defensas de título de  abogado en Cuba, tan así es, que la facultad de Derecho de la Universidad de la Habana, hace más de cien años, se denomina Ignacio Agramonte. Y el día del jurista que se celebra en Cuba todos los 8 de junio, se debe precisamente a ese acontecimiento protagonizado por ese joven defensor de los derechos individuales  un día como aquel.

No obstante hemos investigado que a partir de los años 60 del pasado siglo, desapareció misteriosamente la nombrada Sabatina de Agramonte (denominación atribuida al  sábado, día de las disertaciones estudiantiles de la época). Indagando en graduaciones de universitarios en 40 años atrás, ninguno reconoce haber estudiado dicho documento, además la mayoría convergen en no saber de su existencia. Lo más triste es preguntar por qué se celebra el día del jurista o del abogado el 8 de junio y la mayoría no conoce el antecedente histórico de su creación.

Pero la mayor sorpresa y decepción, fue comprobar la mutilación de algunos de sus párrafos más importantes de su versión original, en el documento que han podido rescatar algunos dignos abogados. No hay que ser adivino para saber quién lo hizo.

En nuestra consideración la misma persona que secuestró 7 tomos de las obras completas de Martí en la Biblioteca Nacional, por supuesto los que hablan de la libertad, los gobiernos despóticos y totalitarios, las barbaridades del comunismo, las alabanzas a los emprendedores y críticas a las masas envidiosas que no permiten el desarrollo del individuo y las clases medias.

La misma persona que poco a poco fue demeritando y opacando al Tribunal de Garantías Constitucionales y Sociales, convirtiéndolo en el año 1972 en Pleno del Tribunal Supremo Popular, eliminándolo  posteriormente en 1977, con la Ley 4 del 10 de agosto de 1977, “Organización del Sistema Judicial”.

El mismo que obligó a todos los abogados dejar de ser independientes y trabajar en Bufetes Colectivos, mediante la Ley 1250, del 23 de Junio de 1973, “Ley de Organización del Sistema Judicial”,  en su art. 171… para ejercer la abogacía es necesario pertenecer a un bufete colectivo…”. Rematando en su Disposición Transitoria Undécima,…..los abogados tienen 10 días improrrogables para entregar los casos a bufetes colectivos…”.

Las recientes palabras del mandatario Barack Obama en su visita a Cuba, ha suscitado los más disímiles comentarios, ataques periodísticos y tergiversación del sentido y la idea principal del discurso liberal, democrático, sincero y transparente que escuchamos por primera vez en 56 años de Gobierno de los Castro en la isla de Cuba.

Como siempre ha caracterizado a las fuerzas ideológicas y militares gobernantes de nuestro país, todo criterio diferente al pensamiento totalitario de la cúpula del poder es negativo, errado, políticamente incorrecto. Nadie puede expresar un enfoque contradictorio o disidente al discurso oficial, sin que sufra inmediatamente los calificativos de anexionista, contrarrevolucionario, mercenario, capitalista, entre otros.

Errores y horrores de todo tipo se escucharon en boca de las marionetas del PCC, con títulos, empleos y salarios periodísticos de la única prensa nacional  autorizada en Cuba, demostrando falta de profesionalidad, pobreza del alma, de bolsillo, desconocimiento y deficiencias de la historia, del civismo y de la legalidad, siendo el colofón de la mediocridad, escuchar a un profesor titular  del Instituto Superior de Relaciones Exteriores, blasfemar sobre los derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales, en cuanto a que Cuba garantizaba los mismos en su Constitución y no se podían dividir, por lo tanto los ciudadanos cubanos no tenían que preocuparse por ellos.  Como colofón a la contraofensiva fue el artículo publicado en la prensa cubana titulado “Mi hermano Obama”.

Por suerte la historia, la de antes de 1959, nos ha dejado legados como los de Agramonte, en franca referencia a los derechos humanos básicos, naturales, individuales, tan refrescados por el presiente Obama y tan omitidos y no reconocidos por los Castros. Concluiremos con un gran ejemplo en otro de los párrafos mutilados del original, por las razones evidentes que sugieren.

“Tres leyes del espíritu humano encontramos en la conciencia: la de pensar, la de hablar y la de obrar. A estas leyes para observarlas, corresponden otros tantos derechos, como ya he dicho, imprescindibles e indispensables para el desarrollo completo del hombre y de la sociedad. Al derecho de pensar libremente corresponden la libertad de examen, de duda, de opinión, como fases o direcciones de aquél. Por fortuna, éstas, a diferencia de la libertad de hablar y obrar, no están sometidas a coacción directa; se podrá obligar a uno a callar, a permanecer inmóvil, acaso a decir que es justo lo que es altamente injusto. Pero ¿cómo se le podrá impedir que dude de lo que se le dice? ¿Cómo que examine las acciones de los demás, lo que se le trata de inculcar como verdad, todo, en fin, y que sobre ello formule su opinión? Sólo por medios indirectos; la educación, las precipitaciones, las costumbres, influyen a veces coartando el franco ejercicio de ese derecho, que es la más fuerte garantía para la sociedad y el Gobierno de un Estado que se funda en la verdad y la justicia.”

 

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